Los límites del Estoicismo

Los límites del Estoicismo

INICIO / ARTICULOS / VARIOS – Por Alejandro Franco – Contáctenos

El Estoicismo está de moda. Es una filosofía que predica el culto a los valores, proclamando que la virtud es el mejor camino a la sabiduría. Y, de ese modo, el sabio está mejor preparado para enfrentar los contratiempos de la vida.

En palabras simples, el Estoicismo impulsa que te conviertas en el héroe de tu propia existencia. Si vives regido por un estándar de altos valores morales, los dramas del mundo no puede afectarte. Has construido una coraza de sabiduría y conocimiento que puede repeler cualquier situación dañina que pueda amenazarte. Tu carácter está forjado en templanza, con lo cual los acontecimientos externos no pueden lastimarte.

Mientras que los postulados del Estoicismo son aplicables en innumerables casos, hay excepciones en donde una postura filosófica no basta para hacer frente a la adversidad. El caso más obvio es el del pueblo judío en los tiempos de la Alemania Nazi. Cuando enfrente tuyo tienes un enemigo declarado, un adversario con el cual no puedes negociar ni razonar, no tiene sentido tolerar el abuso a pesar de tu fortaleza moral o espiritual. Creer que puedes capear el temporal debido a tu templanza o tu escudo de nobles valores no es válido cuando una horda quiere lincharte. Y aunque la persecución de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial es un caso extremo, hay situaciones de menor grado, mas cotidianas pero igualmente injustas, que se dan en nuestras vidas y las vidas de nuestros conocidos todos los días. Desde el Bullying hasta el Mobbing, sea el acoso en escuelas, secundarios o lugares de trabajo, situaciones en donde el estoicismo no es aplicable. Creer que con la resistencia moral los depredadores de turno perderán interés en su presa es una falacia. Al contrario, tu postura imperturbable sólo los estimulará para incrementar los ataques y buscar tu punto de quiebre. Y aún cuando puedas resistir mucho tiempo, algunos de esos ataques atravesarán tu coraza, pudiendo provocarte un daño emocional que puede afectar el equilibrio de tu vida.

Uno elige las batallas que puede librar. Y cuando las posibilidades están en contra, es preferible buscar la puerta de salida antes que las heridas puedan calar tan hondo que resulten irreparables. Someterse como un mártir frente al hostigamiento de una horda solo puede terminar mal y, esto es, con tu derrota en las peores condiciones. La decisión sabia en esa situación es preservarse, saber que tus seres queridos te aman por lo que eres, e impedir que la agresión de otros te alteren hasta el punto de volverte una persona irreconocible. La ansiedad, el pánico, el insomnio, el vivir una vida torturada debido a la agresión de otros es un precio demasiado alto solo por el empecinamiento de poner resistencia. Aléjate de las personas tóxicas, de aquellas que enferman tu espíritu, tu mente y tu cuerpo. No se trata de cobardía. Se trata de entender que no existe poder alguno en el universo con el cual puedas aplacar a los agresores, o convencerlos de la futilidad de su animosidad hacia tí, o de hacerlos entrar en razón de que su causa es injusta y errónea. Para comprender esto, primero debes entender la psiquis humana, y saber que existen personas que razonan en otra sintonía. Poseen otra escala de valores morales, ya sean desequilibrados o erróneos, con lo cual agredirte a tí no les mueve un pelo. Muchos jerarcas nazis ordenaban masacres y dormían plácidamente en sus camas durante las noches. Y no es que se tratara de una horda de locos, sino que se trataban de individuos con valores radicalmente diferentes a los de las personas comunes. Para ellos, al que consideraban enemigo dejaba de ser humano, pasaba a ser un objeto. Un objeto al que podían descartar sin el menor de los remordimientos.

Es por eso que no puedes razonar con tus enemigos. Nunca van a escucharte. Están convencidos de su causa. Están entretenidos con hostigarte. Y, en ese caso, lo que debe primar es tu instinto de preservación, alejarte lo más posible de los agresores. No importa lo que debes sacrificar, o los costos que implicará semejante decisión. Siempre serán menores en comparación al daño permanente, sea mental o emocional, que puede provocarte el resistir durante un tiempo excesivo a un grupo de gente obsesionada con lastimarte y al cual no le importas nada.